Los cuentos siempre son más fáciles de entender que la vida, en el fondo todos mis cuentos vienen a ser la misma historia contada desde un punto de vista diferente, desde una perspectiva más o menos distorsinada.
Escribo de personas que se dejaron envenenar por la magia de unos hongos que no eran mágicos, escribo de un místico tan humilde, tan poco sutil, que confundía el amor a Dios con la belleza festiva de los jóvenes o de los atardeceres, de un científico golpeado por verdades demasiado poderosas, escribo del amor más allá de la consciencia, más allá de la memoria o los sentidos, o de un héroe de guerra tan frágil que necesita cantar cada día una misma aria de Mozart para sentirse vivo. Es muy difícil disimular que son todas la misma historia, que siempre me repito, pero qué importa si confundo el amor infinito con la nada, qué importa confundirlo todo en un cuento si, como escribí antes, los cuentos siempre nacen con sentido, no como la vida.