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RUMI, POETA DEL ALMA UNIVERSAL

En el 750 aniversario de la muerte de Jalal al- Din Muhamad Rumi

¡Feliz momento, un palacio nos acoge, tú y yo!
Dos formas, dos cuerpos y un alma tan sólo. Tú y yo.
Colores de flores, gorjeos de pájaros
del jardín, ya somos inmortales. Tú y yo.
Las estrellas de los cielos vendrán a contemplarnos;
nosotros a ellos les mostraremos la luna. Tú y yo.
Tú y yo, fundidos en éxtasis, sin esencia individual,
felices y libres de charla intrascendente. Tú y yo;
Las aves del paraíso hieren sus pechos,
envidiosas, al escucharnos reír en el jardín. Tú y yo.
¡Oh, gran maravilla, tú y yo, en el rincón,
a un tiempo en Irak y en el Jorasán de Persia, tú y yo!                  

                                                                    DIWAN DE SHAMS, N-38
                                                            traducción del inglés de Miguel Ferrando

Jalal al-Din Muhamad Rumi

La inmensa poesía del maestro sufÍ Rumi (1207-1273) ha abierto su influencia a tantos campos del conocimiento, de la espiritualidad, se ha expandido a tantas áreas culturales o geográficas en los últimas décadas, resuena tanto en los poetas contemporáneos o medievales, que hacer un análisis de su obra, o una mera presentación requiere muchas perspectivas diferentes, tantas que renuncio a cualquier análisis general, imbuido, quizás, de ese método, de esa racionalidad, tan sensible, tan sensual, de su epistemología sufí. Mi primer objetivo es acercar la poesía de Rumi a todo aquel que no lo conozca, o al que lo haya olvidado o tenga borrosos recuerdos de sus versos o sus cuentos, para eso he llenado estas líneas con sus poemas, con nuevas traducciones, más susceptibles de ser recitadas con flautas y tambores, de ser celebradas, también he intercalado alguno de sus cuentos más sobrecogedores, y si he de explicar algo del Mawlawi, (el Maestro), lo haré con uno de los más hermosos relatos de la tradición sufí que él mismo recoge en el tercer libro de su gran obra; el Masnavi.

Voy a tomar esta parábola para explicar someramente a Rumi, hago de él el gran elefante, el todo inabarcable que espera esa luz total, la del espíritu, digamos que el sabio que palpa las patas del paquidermo, es un erudito, biógrafo, historiador, el que toca los colmillos afilados un conocedor de la  sabiduría o los caminos espirituales, sufís, del maestro, quien palpó las orejas un asombrado amante del arte de la poesía y el que encontró un trono al tocar la espalda del elefante un académico moderno que traza los caminos que ha seguido la obra del poeta, su influencia y su recepción:

— Según el sabio que  tocó la enorme la pata, y la confundió con una columna;   Djalâl-od-Dîn  Rûmî,  apodado  Mawlana  (“nuestro  maestro”), enseñaba jurisprudencia en Konya, Turquía, cuando su vida dio un giro a raíz de su encuentro con un derviche errante, Shams de Tabrîz, de ese encuentro surgió el Rumi poeta, el místico, y a su alrededor se originó la  tarîqa Mawlawîya (la orden Mewleví), Rumi había nacido 37 años antes, en la aldea de Baji, Afganistán, su padre arrastró la familia por Persia, La Meca, Bagdad o Jersusalén, el buen padre murió siendo un reconocido erudito Sufí, él casó, tuvo hijos, se dedico estudiar las disciplinas religiosas y jurídicas que le mostrase el sabio Sayyid, amigo del padre, y Rumi creo un círculo espiritual a su alrededor, se dedicó a enseñar, a meditar, a cuidar pobres, débiles y necesitados, hasta ese momento en que se encontró con Shams Tabriz, su maestro durante años, el objeto de su afecto, y la razón por la que Rumi comenzó a escribir su gran obra, el Mowlana. Ese encuentro se rodeó de leyenda, se dice que Rumi lo confundió primero con un viajero iletrado, que al verle leyendo, rodeado de libros, le advirtió de la banalidad de las lecturas, lanzó los libros al fuego y cuando Rumi se apresuró a salvarlos, encontró intactas sus páginas. De su relación se han contado aún más historias, el amor profesado por los dos, las partidas de Shams, la obsesión de Rumi, han dado pie a todo tipo de conclusiones y a algunos de los más bellos poemas de la literatura islámica, la muerte de Shams Tabriz fue oscura, hundida también en el misterio, parece que desapareció tras dejar la casa de Rumi y nunca se le volvió a ver, se dice que fueron los propios discípulos de Rumi, que envidiosos de él, de cómo cambió la vida del maestro, quienes asesinaron a Shams.

EL PENSADOR
El que piensa siempre alardea,
el amante, siempre se pierde.
El que piensa se escapa
por temor a hundirse en el agua;
el amor siempre busca
la manera de ahogarse en el mar.
Los que piensan planean reposo;
los amantes del descanso se avergüenzan.
El amante está solo en la vida.
Aun rodeado de gente; como agua y aceite
permanece separado en su mundo.
Si un hombre se toma la fatiga
de aconsejar a un amante,
de nada le sirve. La pasión que le embriaga, se burla.
El amor es el almizcle. Todos esperan su aroma.
El amor es como un árbol, los amantes son su sombra.
                                                                                                       Divan-i Shams, 21
									     traducido M.F.

El maestro Rumi tuvo ciertamente una amplia instrucción, con fuerte base intelectual, ya su padre fue director de la madrasa de Konya, él heredó el cargo a los 28 años, a la muerte de su progenitor, Rumi fue instruido por diferentes maestros, destacando el gran Sayyid, y es de suponer que aparte de la ciencia jurídica y coránica adquiriera conocimientos de filosofía clásica, griega, no olvidemos que su nombre más universal, Rumi, viene a decir El Romano, esto es, proviniente de la Anatolia que perteneció a Roma, y nosería  una excepción en su contexto histórico, ya el Al Farabí recibió importantes nociones de filosofía platónica, o neoplatónica por parte de los cristianos nestorianos,  más aún Avicena  o Al Gazzhali, verdaderos eruditos en Aristóteles cuya obra fuera muy posiblemente conocida por Rumi, fue este último Al Gazzhali (1057-1111) quien proclama la superioridad de la sabiduría coránica, de carácter teológico, espiritual, frente a la razón, a la ciencia, como vendría a explicar Rumi en el Masnavi. En este contexto intelectual se produjo el encuentro de Rumi con Shams, y desde entonces Rumi abandonó sus preocupaciones académicas, olvidó en gran parte a sus alumnos, se apartó cuarenta días a meditar y se introdujo en la práctica del sufismo, esa práctica espiritual a la que dedicó su vida y de la que llegó a ser el más importante pensador. El sufismo es una práctica mística del Islam que según algunos nació con el mismo Mahoma, y que llegó a su pleno desarrollo confrontando la banalidad del Califato Omeya. El camino del sufismo es pues el de los místicos, el de los ascetas, el camino del amor, el del vacío de los sentidos, de la negación del ser, el abandono de consciencia. Después de su muerte, sus seguidores fundaron la orden sufí  Mevlevi, conocida por los famosos derviches Giróvagos, que realizan una meditación en movimiento llamada «semá» donde los hombres giran sobre sí mismos acompañados por las  flautas ney y los tambores . Propongo este poema del libro IV del Masnavi, que ilustra el sufismo, al tiempo que ejemplifica el carácter heterodoxo de sus propuestas;

UNA COMUNIDAD DEL ESPÍRITU
La asamblea del espíritu te aguarda
acércate a ellos, vive el placer
de andar en la algarabía de la calle
y ser de ese estruendo.
De beber tu pasión,
de ser tu deshonra.
Con los ojos cerrados
el ojo interno te guía.
Ten las manos abiertas
por buscar el abrazo.
Y en este círculo te sientas.
No seas ya como un lobo y siente
que te inunda el amor del pastor.
De noche, tu amado deambula.
No requieres consuelos.
No le abras la boca a ningún alimento,
saborea la boca del amante en la tuya.
Y no llores porque te han dejado.
Otros veinte vendrán hacia ti.
Vacía de inquietudes tu alma.
¡Sólo piensa en quién creo tus pensamientos!
¿Por qué aún en la cárcel te quedas
si la puerta se abrió de par en par?
Destruye los temores de tu alma.
El silencio te acoge.
Las olas de tu ser fluyen y fluyen
se expanden, se agrandan, se alejan.
							                                 Masnawi IV.
										  M.F. traducción.

— Y vino el sabio que palpó las orejas, recordaba miles de versos, fluían como el agua fría de la escorrentía, bajando por las dunas, por las callejuelas , como el sonido del ney:

Al maestro Rumi la poesía le explotó de golpe, como un volcán, escribió sus primeros versos al conocer a Shams, a la edad de 37 años, como si su espíritu rebosante necesitara abrirse y dejar salir parte de sí. Entre sus obras encontramos los Rubayat, unos libros de cuartetos rimados A, B y D, de antiquísima solera en las tradiciones persas y árabes, desde tiempos pre-islámicos. Más populares son las Gazelas de su Diwan, dedicado a Shams Tabriz, la estrofa Gazela consiste en un pareado seguido de parejas de versos con el verso par rimando con el pareado, llegan a ágiles metáforas amorosas, a descripciones metafísicas, describen juegos, profesan las verdades sufís entre visiones de aves, gentes o plantas. La gran obra de Rumi es el Masnavi, formado por 6 libros de más de 25.000 versos, un texto que comenzó con 54 años y que continuó toda sus vida, sin llegar a acabarlo, más sobrio que el Diwan, en este libro Rumi mezcla historias populares, algunas, antiquísimas, provenientes  de la India o de Oriente Medio, con otras de origen coránico, o con parábolas morales,  adereza los cuentos con meditaciones sufís, con poemas, con moralejas éticas de un inmediato poder de seducción. Es conmovedora la capacidad de Rumi para la personificación, el maestro entra en el alma de pájaros, loros, árboles, ríos, cañas, instrumentos musicales, escobas, con una desbordante capacidad sugestiva que relativiza nuestro propio yo y nos conduce a sorprendentes reflexiones.  La poesía de Rumi es pues toda una literatura en sí misma, sorprendente, profunda y poderosamente emocional, que rompe fácilmente las barreras temporales o idiomáticas. No me resisto a traer a este artículo la deliciosa historia; El Loro y el mercader. La prodigiosa sensibilidad de Rumi nos envuelve en un cuento de revelaciones y de elevada enseñanza espiritual.

El loro y el mercader.  Masnawi, libro 1
   
Un sabio mercader tenía un precioso loro de dulce voz encerrado en una jaula que, al agitar sus plumas, mostraba miles de colores y cuyo canto, que era su expresión de amor desconsolado, producía raptos en el mercader, su propietario, aunque era éste inconsciente de sus penas secretas, del dolor de su corazón. Incapaz de ser su confidente, el mercader se contentaba con alimentarlo y ocuparse de las necesidades de su cuerpo, y consideraba esto un servicio digno. Un día, decidió hacer un viaje de negocios a la India. Reacio a dejar su querido hogar, reunió a todos sus sirvientes y generosamente preguntó a cada uno de ellos qué querían que les trajera de aquella tierra lejana. Después de preguntar a cada uno de los sirvientes, se volvió hacia el loro que estaba en su jaula. Preguntó al loro: “¿Qué regalo deseas que te traiga de esos parajes de la India?” El loro le respondió: “Cuando veas allí a los loros, háblales de mí y de mi estado”. El loro le dijo al mercader que explicara a los loros de la India que él tenía un loro hablador en casa, un querido pariente suyo, desterrado de su tierra y suspirando por volver entre ellos. Al estar prisionero en una jaula, no podía desplegar sus alas y regresar. Pidió al mercader que saludara de su parte a los loros de la India y que les hablara de su dolor y de su anhelo por su patria y por sus familiares y amigos. El loro quería que el mercader les contara su lamento, diciéndoles: “Cierto loro, que anhela vuestro encuentro, se halla por destino del Cielo cautivo en mi casa. Os saluda y os ruega que le digáis cuál es su remedio, qué debe hacer”. Él os pregunta: “¿Es justo que yo, añorándoos, sufra tanto aquí lejos de vosotros? ¿Es correcto que deba estar encerrado, mientras vosotros estáis bien en los prados, bien en los árboles? ¿Es ésta la fidelidad de los amigos: yo en esta prisión y vosotros en la rosaleda?» El mensaje del loro era una queja, porque sus compañeros estaban retozando y divirtiéndose con sus amadas mientras que él gemía, atrapado y solo en el exilio, prisionero en una celda. Mientras ellos bebían un vino especial, su única bebida era su propia sangre y su amarga hiel. Y les pedía: «Bebed un vaso de vino en recuerdo de mí, si queréis ser justos conmigo; o, al menos, cuando hayáis bebido, derramad un trago sobre la tierra para recordar a este pobre caído en el polvo». El mercader estaba profundamente conmovido por esta revelación del dolor del loro y se dio cuenta de que, a pesar de todo el lujo y confort que le había dado, la dorada jaula no dejaba de ser una jaula, que no hacía otra cosa sino intensificar su dolor por estar separado de su patria. El mercader aceptó el mensaje y prometió que lo trasladaría a los parientes del pájaro.  El mercader partió hacia la India. Cuando llegó, dedicó un tiempo a sus negocios. Una vez terminadas sus transacciones, estaba en disposición de realizar los encargos de sus sirvientes y de comprar los regalos prometidos. Después fue en busca de la tierra de los loros. Lo llevaron a la gran sabana donde viven éstos, bandadas enteras de loros, en el suelo y en los árboles. Tras entregar el mensaje que se había comprometido a llevar: Uno de los loros se estremeció y, acto seguido, cayó muerto, exhalando su último suspiro.

 Parecía que el pobre pájaro había reaccionado a la triste historia de su pariente encarcelado en esa tierra lejana, sufriendo un impacto tal que su corazón se había detenido; se tambaleó en la rama y cayó fulminado al suelo. La identificación con uno de los suyos recluido en una tierra extraña había sido demasiado para él y una repentina punzada de simpatía le había costado la vida. El mercader estaba arrepentido de haberles dado la noticia y se dijo: “Causé la muerte a esta pobre criatura. ¿Por qué hice esto?, ¿por qué traje este mensaje? ¡He destruido a este pobre desdichado con este crudo discurso!” El mercader tenía roto el corazón y así permaneció el resto del viaje. Cuando llegó a su casa, entregó los regalos y fue aclamado por sus criados, pero se sintió mal cuando se acercó a la jaula del loro. No quería relatar lo ocurrido, pero el pájaro insistió: «Has dado a todos los demás su regalo. ¿Qué hay de la promesa que me hiciste a mí?». El mercader suspiró y dijo estar arrepentido de haber llevado el recado. Explicó al loro que había repetido fielmente su mensaje, y el loro le preguntó la causa de su arrepentimiento. Entonces el mercader relató lo ocurrido con el loro en cuestión: «Aquel loro percibió el aroma de tu dolor, su corazón se quebró, se estremeció y murió. Quedé afligido pensando: ‘¿Qué he dicho?’ Pero una vez dicho, ¿de qué sirve el arrepentimiento?» Tan pronto pronunció el mercader estas palabras, el loro comenzó a reaccionar de la misma manera, estremeciéndose y agonizando, y cayó de su percha al suelo de la jaula quedando allí frío y rígido. Esto fue demasiado para el mercader, que había visto por dos veces el desastroso efecto de unas palabras que se había comprometido a trasladar entre dos tierras lejanas. Sin embargo, en esta ocasión la tragedia había ocurrido en su casa y había afectado a su querido animal. Se golpeó el pecho y rasgó sus vestiduras, y se recriminó por las consecuencias de lo que su lengua, inocentemente, había provocado. Lloró: «Oh, mi dulce y precioso loro, ¿qué te ocurrió?, ¿por qué acabaste así? ¡Ay, mi pájaro de dulce voz! ¡Ay, amigo del alma, confidente mío!» El mercader lloró, por haber perdido su inestimable compañía y, más aún, por haber sido él el culpable de su muerte. Continuó gimiendo y lamentándose por su pérdida: «¡Ay, mi pájaro de tan bello canto, el vino de mi espíritu, mi rosaleda celestial! De haber tenido Salomón un pájaro como éste, no se hubiera ocupado de los demás pájaros». Después de atormentarse por lo sucedido, alternando el duelo por el fallecimiento del loro y las maldiciones por haberlo provocado, se dio finalmente cuenta de que por mucho que se angustiara el pájaro no iba a regresar. Sintió entonces que todo lo que podía hacer era coger su pequeño cuerpo, acariciarlo y deshacerse de él con honor y respeto. Así, abrió la pequeña puerta y: Después de esto, lo sacó de la jaula. [De repente,] el pequeño loro voló hasta una alta rama. El loro muerto se elevó tan velozmente como el sol al salir por el este. Tan repentina vuelta a la vida del pájaro pilló desprevenido al mercader, dejándolo anonadado. El impacto fue tan intenso que se tambaleó y quedó perplejo y asombrado. Finalmente, sintió que allí había un misterio. Se preguntaba cómo era posible que lo ocurrido al loro de la India, tal como lo había relatado, provocara una reacción idéntica en su loro. Llamó al pájaro, posado en su rama, y le preguntó por el significado de este misterio; qué había hecho aquel loro de la India para que él, aprendiéndolo, hubiera utilizado esa treta para conseguir la libertad. El loro respondió: «Mediante su acto, me aconsejó: ‘Abandona tu dulce voz y tu afecto [a tu dueño], porque tu voz te ha hecho prisionero’. Simuló la muerte para que me llegara su consejo: ‘¡Oh, tú que te has convertido en cantor para todos, hazte el muerto como yo, para poder alcanzar la libertad’». El loro explicó al mercader que el significado del mensaje de su pariente, que se había hecho pasar por muerto, era que debería renunciar a su condición de prisionero y conseguir la libertad. Lo interpretó de la siguiente manera: «Si eres una semilla, los pajaritos te picotearán; si eres un capullo, los niños te arrancarán. Esconde la semilla y conviértete en trampa; esconde el capullo y conviértete en hierba de tejado. Hacia el que vende en almoneda su belleza, se encaminan cientos de desgracias». Tras explicar el sentido del consejo que había recibido y conforme al cual había actuado, el loro se puso a aconsejar al mercader desde su rama. El asunto, explicó, consiste en desear la muerte voluntaria del ego, antes de que llegue la muerte material, la inexorable, para de esta manera liberarse de la jaula del mundo de la multiplicidad y volar hacia la Unidad. Dicho esto, el loro se despidió. El mercader se despidió de él, deseándole la mejor suerte, mientras el loro se alejaba libre. El mercader se dijo: «Este es un consejo para mí; seguiré su camino, pues es una senda radiante. ¿Es mi alma peor que la del loro? El alma debería seguir la senda de los nobles».

                                                                                             Versión  Ali A. Mazhari

— Y hubo un sabio que tocó la espalda del elefante-Rumi,  le pareció un trono y quiso admirar la vasta influencia del maestro, como monarca de la poesía, como gran maestro del espíritu:

Es conocida la similitud de imágenes, temas y metáforas en todas las espiritualidades de carácter místico, desde las primeros relatos hinduistas a nuestros propios poetas del misticismo en el renacimiento, no es fácil concluir quién influye en quién, resulta claro que imágenes como la noche oscura, el silencio sonoro, o el amante transmutado en amado, son propias de casi todas las tradiciones místicas, de muchas se pueden trazar orígenes en el Tao o los Upanishads, por supuesto en el Antiguo y Nuevo Testamento, en libros como El Cantar de los Cantares, o los mismos Evangelios, yo contemplo también las ideas más sistematizadas de la Grecia de Platón o Aristóteles, y más aún la nociones neo-platónicas del siglo III d. C. Es pues evidente que en tiempos de Rumi, incluso en el de los primero poemas Sufí, existía un sustrato místico que se derivó por diversos continentes, por civilizaciones. Voy a fijarme un par de autores de nuestro entorno hispano, Ramón Llull e Ibn Arabi.

Ramón Llull el polímata mallorquín, (1232-1316), estrictamente contemporáneo del Mawlawi, gran erudito en ciencia, filosofía, teología cristiana e islámica, poeta y capaz de escribir en mallorquín, latín y árabe, sostiene su espiritualidad con elementos y atmósferas muy cercanas a las de Rumi, sus poemas del LLibre del Amic i del Amat, surgen en un diálogo en que amic (amigo) y Amat (Amado, que representa a Dios) como dador y receptores de amor, en un diálogo místico muy similar al que se mantiene en muchos versos de Rumi, ambos escriben con imágenes muy cercanas, originales, con ese aire de improvisación, de gracia celestial, que los dos prodigan y que parece hermanarlos sin que importen esos miles de kilómetros separaban sus patrias;

De un corazón a un corazón se abre una ventana,
y ya no hay separación ni lejanía.
Las luces de dos lámparas cercanas, son una misma luz,
aún si tienen sus fuegos separados.
			          ...
Si la luz del amor por el amado
traspasó su corazón ¡No lo dudes!
Hay amor, hay amor en ese amado corazón.
									Masnavi III
									traducción M.Ferrando

Enlumenà amor lo nuvolat qui es mès enfre l’amic e l’Amat, e féu-lo enaixí llugorós e resplendent com és la lluna en la nit e l’estel en l’alba e lo sol en lo dia e l’enteniment en la volentat. E per aquel nuvolat tan llugorós se parlen l’amic e l’Amat.

El amor ilumina la nube que se extiende del amigo a su Amado,
que lo hace iluminarse y fulgir como la luna en la noche,
como estrella en la alborada, como sol en el día,
como luce el entendimiento junto a la voluntad.
Por la nube luminosa el amigo y el Amado nunca cesarán de hablar.
Llibre del amic i Amat, Ramón Llull
traducción M. Ferrando

El poeta murciano andalusí, Ibn Arabí, también contemporáneo, nació unas décadas antes, 1165-1240, fue impenitente viajero y parece ser que estuvo en Konya durante la vida de Rumi, sin que se tenga constancia de que hubiera conocimiento mutuo. Las similitudes de sus filosofías son palpables, aunque fuera Ibn Arabi más cercano a las abstracciones neoplatónicas que Rumi, el planteamiento anti-racional es muy parecido, así como muchos de sus pensamientos, o sus giros poéticos, voy a comparar dos poemas en que explicitan el tenor espiritual, no confesional, de su camino místico.

En aquel tiempo pasado
rechazaba al prójimo 
si su fe no era mi fe.
Mi corazón ya puede
adoptar todas las formas:
es un prado verde para las gacelas
y un claustro recogido para los monjes cristianos,
es templo para ídolos
y Kaaba para peregrinos creyentes,
es arca para las tablas de la vieja Torá
y un atril para los versos del Corán.
El amor es mi credo.
No me importa,                                                                                                        a dónde se dirija la sublime caravana del amor,
su camino es la senda de mi fe.»
                                                                                                    Ibn Arabi
									traducción M. Ferrando
¡Oh musulmán! ¡Qué haré?
No reconozco mi esencia:
no soy cristiano, no soy judío,
no soy un mago, ni un musulmán.
No soy del este, ni del oeste,
ni de los montes, ni soy del mar.
No me dio el ser la Naturaleza,                                                                                                            ni de los astros vengo, ni en el éter nací.
No soy de tierra, no soy de agua,
no soy de aire, no soy de fuego.
No soy del cielo, ni soy del polvo,
ni sé si existo, ni tengo ser..
No soy de India, no soy de China,
ni de Bulgaria, ni de Saqsin.
No soy del reino del gran Bagdad
ni de la Persia del Jorasán.
Ni de este mundo, ni del siguiente,
ni del infierno, ni del Elíseo.
Del paraíso, ni de su ángel;                                                                                             no soy de Eva, ni soy de Adán...
Esto no es cuerpo, esto no es alma;
soy del Amado.
Mi huella queda donde no hay huellas;
mi sitio existe donde no hay nada.
Lo que es uno yo busco; lo que es uno conozco;
Lo que es uno yo veo; lo que es uno yo llamo.
Que esos dos mundos son sólo uno:
dejé muy lejos la dualidad.
¡Oh Shamsi Tebrizi! Estoy tan ebrio
por este mundo, que si apartamos
mi borrachera y mi deleite,
no tengo nada ya que contar.
									      Diván de Shams
									        traducción M. Ferrando

Y podría añadir la frase del sabio cordobés Averroes (1126-1198); «Todas las religiones son obras humanas y, en el fondo, equivalentes; se elige entre ellas por razones de conveniencia personal o de circunstancias».  Que coincide con ambos en la posibilidad utópica de prescindir de las religiones oficiales, siendo el cordobés un pensador diametralmente opuesto a Rumi en su concepción racionalista o intelectual.

Podría referirme pues a los místicos españoles, claro está que «Oh noche, que guiaste!/¡Oh noche amable más que la alborada!/ ¡Oh noche que juntaste/Amado con amada/amada en el Amado transformada!» De la celebérrima Noche oscura del Alma de San Juan, o el ¡Oh, desmayo dichoso! / ¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido! de Fray Luis de León, nos evocan directamente el misticismo de nuestro Rumi, como ya se ha explicado, todos pertenecen a este magma místico de la cultura, casi universal, de los grandes poetas del espíritu. Los de siempre. Ubi amor, ibi Oculus. Dijeron Ricardo de San Víctor y Tomás de Aquino, donde está el amor ahí está la visión, o sólo con el amor se consigue alcanzar la verdad, como se entiende tantas veces de los versos de Rumi, el mismo Plotino en el siglo III nos habla de ese demiurgo del Universo que nos concede la sabiduría, un demiurgo tan cercano al amor sapiencial de Rumi que podría salir de uno de sus versos.

De cualquier modo hay una calidad poética, espiritual, en  Jalal al-Din Muhamad Rumi única e imprescindible, quizás por esa combinación de profundidad y frescura, de encanto y de elevación, por esa mirada penetrante y lúdica.

Un último ejemplo de sus resonancias en la poesía moderna, quizás no sorprenda;

¡Feliz momento, un palacio nos acoge, tú y yo!
Dos formas, dos cuerpos y un alma tan sólo. Tú y yo.
Tú y yo, fundidos en éxtasis, sin esencia individual,
felices y libres de charla intrascendente. Tú y yo;
								                   Divan, N-38
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
				                                                             J.L. Borges

Concluyo mencionando un libro de poemas SOPLA ENTRE MÍ, Un libro que escribí bajo la inspiración de una Gazela de la poeta anglo-iraní Mimí Khalvati, inspirada a su vez en Rumi,

Si yo soy la hierba y tú eres la brisa, sopla entre mí.
Si o soy la rosa y tú eres el ave cortéjame a mí.
…		
Si, cuando esto termine, somos buenos amigos, sé mi Amigo, 
mi musa, mi amante y mi guía, sé el Shamsudinn de mi propio Rumi.
									Gazela, 
                                                                         Mimi Khalvati

Y de ese libro quiero usar un poema para despedir el artículo, permítase la licencia.

Cuánto aire, amor, en tu cuerpo caído,
qué escondido en la luz cuando te veo.
Qué implacable alma mía mi deseo.
Qué afilado el metal del sinsentido.
Es la nada que llora, convencido
de ti, cuánta oración, ¡cuánto te creo!
Qué callada unidad y qué apogeo
de amor, y ese aire desde ti nacido.
¡Cuánto sobran, amada, los colores!
Si supieran mirarte, si entendieran,
si pudieran reírse de tu nada
y vagar al infierno de las flores.
¡Cuánto sobro entre ti! Si descubrieran
lo que pesa mi voz desesperada.
																					SOPLA ENTRE MÍ
								Miguel Ferrando

Sopla entre mí. Miguel Ferrando. Ars poética
Masnavi. Rumi. Editorial Verbum
Poemas sufíes. Rumi. Editorial Hiperión

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